¿Alguna vez se preguntaron si existía el amor verdadero? Últimamente me pasé pensando casi dos días en eso… El interrogatorio no se me iba de la cabeza, y hacía que preguntara a un montón de personas acerca de alguna definición convincente… Palabras como protección, seguridad, metas, completar, trataban de caracterizar un algo que no me cerraba del todo. No entendía de qué manera y en qué momento lo abstracto se volvía real… Había sentido, había dado, había encontrado… Pero realmente, ¿era lo que la mayoría llamaba amar?
Pese a todo esto armé una propia definición, basándome un poco en un razonamiento simple: “creer en alguien nos da confianza, la confianza seguridad; esta última nos genera protección, lo cual a su vez hace abrir nuestro corazón”. Este ciclo se repite una y mil veces protagonizando nuestra vida diaria… es ir construyendo un algo, quizás un sueño o meta, privilegiando diferentes aspectos, y nunca olvidándonos de compartir con alguien… Sería como una rueda dentada, donde ambas partes son reciprocas, y funcionan coordinadamente para crear una función.
Gracias a esta metáfora, pretendo plasmar que la función, o la cima, lo más culmine que nos podemos imaginar… eso es lo que llamamos amor… y sí, la palabra está bastante clara… ¿Pero cómo hacemos para darnos cuenta de que lo que sentimos o decimos es de verdad?
A mí me causa gracia cada vez que decimos: “yo, Fulanito, soy capaz de dar la vida por ti o hacer tal o cual cosa por ti”. Ahora bien, de qué sirve tanto palabrerío si la cosa es mucho más simple; por ej., una muestra de afecto viniendo de alguien especial es más que suficiente… No digo que nos llena en su totalidad, porque como habíamos dicho esto es algo que depende de muchos materiales para funcionar. Yo por ahí dudé muchas veces de que alguien te diga tantas cosas lindas al acto de conocerte. No es por ser pesimista ni nada, sino porque parece poco creíble… Así es como el inconsciente colectivo nos lleva a pensar que el facilismo no hace a un sentimiento…
Cada vez que voy por la calle no hay cosa que me guste más que mirar el comportamiento de las personas. Yo creo que las caras lo dicen todo. Pocos gestos y demasiadas palabras en la era a donde todo vale… ¿Y el dar y recibir dónde quedó? Para qué decir el amor incondicional… o mejor dicho condicionado… Es así. Ahora hay una dependencia emocional de cada integrante de una pareja… son mitades, no son individuos… por eso aparecen discordias, celos, resentimiento y nuevos conflictos… El llanto que nunca falta y como broche de oro el encierro y la depresión… ¿y el amor? ¿No era que tú me amabas para siempre o que no podías vivir sin mí?
Y ahí vuelve el interrogante… ¿Para qué sufrir si se trata de hacer feliz a alguien?
Yo no sé cuál es la manera de sentir. Eso no se describe se lo siente… pero cuando encuentras s a esa persona que tanto buscaste, te das cuenta de que nada es igual a lo que alguna vez habías planeado para tu vida. Llega y se instala y todas las reglas se anulan. No sabes para dónde ir, ni qué hacer por el otro… Cuando mucho es poco, te das cuenta de que tienes que parar. Ya estas súper enganchado. Y ahí es cuando el enamoramiento se rompe y empiezas a ver cómo ese individuo no es un ser celestial, sino una persona como tú. Y reniegas por cada cosa que hace, o por todo lo que debería hacer. Tratas de cambiarlo, de decirle cómo tiene que ser tal o cual cosa y siempre es igual. Hay un proverbio chino que dice: “si hay solución, para qué enfadarse… Y si no la hay, por qué hacerlo también”.
Con esto quiero llegar, a que nada es tan complicado como parece, sólo hay que encontrar el punto exacto a donde llegar y ahí quedarse para siempre. No es sólo comodidad… sino el lugar a donde el amor se equilibre y seamos capaces de cosechar todo aquello que sembramos…
Nadie que da sin recibir se olvida… La memoria tiene un gran trabajo: recuerda a cada persona como si fuera única.
¿Qué piensas tú?