No es fácil vivir como lo hago y juro que no hay salida fácil ni difícil. No puedo explicar lo cansada que me siento, despierto y sigo cansada. Tan fuera de mí que busco algo que me haga sentir diferente. La gente se pregunta cómo es que me siento así, cómo siendo tan querida por tantos, teniendo una familia unida, y todo lo que pudiera querer, pueda odiarme tanto. Y la verdad, eso es algo que me gustaría tanto poder responder.
No sé cerrar mis heridas, las dejo sangrar, y cuando empiezan a sanar vuelvo a rascar la herida para que siga sangrando. Lo hago porque siento que merezco el sufrimiento, por haber hecho sufrir a tantas personas que lo único que quisieron hacer fue quererme.
Me duele, me duele todo el tiempo, me duele como me siento y la manera en la que nunca podré llegar a perdonarme por haberles causado tanto dolor, por nunca poder llegar a cumplir con sus expectativas, por ser la oveja negra de la familia.
Sé que nadie merece que lo trate tan mal como lo he llegado a hacer, mi comportamiento es tan injusto. Tan inmaduro y sobre todo tan egoísta. No soy la única que lo ha pasado mal durante mi recuperación, porque a pesar de que sea difícil de entender, creo que en todas las enfermedades, de un modo u otro se unen más las familias. Ya sea para bien, o para encontrar lo que no nos gusta de nuestra familia que tratamos de que sea perfecta y trabajamos para hacerlo mejor.
He escrito acerca de lo que es vivir con bulimia, cómo ha sido mi proceso de recuperación, cómo he tratado de salir delante de la depresión. Pero nunca me había dado el tiempo para agradecerle a mi familia.
Mi familia está ahí aunque sé que hay veces que están igual de desesperanzados que yo. Tal vez ha habido ocasiones en las que de verdad desean que esto se acabe tanto como yo lo he deseado. Incluso puedo afirmar que maldicen el día en el que todo cambió para nosotros. Y lo siento, siento ser el foco rojo que advirtió que algo en la casa no estaba bien, siento ser el síntoma de nuestra familia enferma que estamos tratando de recuperar. Pero no lo elegí. No elegí ser yo, pero tampoco hubiera podido ver a uno de ustedes sintiendo lo que siento a diario, porque sé me rompería el corazón de sólo pensarlo.
Me duele que me duelan, que a veces no entiendan el sufrimiento que hay dentro de mí, que piensen que lo hago a propósito. Pero estoy trabajando en eso.
Les prometo que seguiré haciendo mi mayor esfuerzo por volver a tener la familia que teníamos años atrás, antes de que un diagnóstico cambiara todo después de que mi vaso se fuera llenando hasta desbordarse como un mar de lágrimas, que había estado ahí por tanto tiempo.
No les puedo prometer que va a ser algo fácil, ni para ustedes, ni para mí. Pero volverán a verme feliz como lo era antes, volveré algún día a quererme y a dejar de tratar de destruirme.
Nadie habla acerca de ustedes cuando se trata de enfermedades mentales, sólo se concentran en el paciente, pero crean o no, le di la sacudida de la vida a mi familia cuando todo esto pasó. Ellos tenían que mantenerse firmes, cuando yo ya estaba de rodillas derrotada.
Tenían que desvelarse, aprender cosas nuevas acerca de síntomas de la enfermedad, y tratar de entenderme.
Puede que la familia que tengo no sea tan perfecta como parece, pero en estas pruebas es cuando te das cuenta, de que no puedes tener un regalo más grande que ellos en la vida. Que a pesar de cuando tú sólo quieres darte por vencido ellos siguen ahí, ayudándote a recoger tu desastre.
Por el momento les pido paciencia, el camino es largo, los necesito. Necesito su apoyo, sus consejos y sobre todo necesito que me demuestren su amor. Pero más que nada les doy las gracias por seguir aquí conmigo, un día a la vez, tratando de descubrir día con día, cómo sobrellevar mi enfermedad. No los voy a defraudar.