Me tienes cansada. Estoy cansada de salir con miedo a la calle, de no animarme a ir con mi novio a un concierto porque hay demasiada gente, de asfixiarme en el cine, de tener que elegir estratégicamente el lugar en un colectivo para no sentirte. Estoy cansada de vérmelas contigo. Quisiera poder hacer tantas cosas… No te das una idea lo que es tener que pedir que me acompañen a ciertos lugares por temor a encontrarte. No tienes idea lo que es sentirte en el cuerpo una vez por semana. Ni siquiera te imaginas la sensación de ahogo que me invade ante cada situación angustiante. Me aprieta la garganta, me ahorcas. Me tiembla todo el cuerpo; me cuesta respirar. Ni hablar del mareo que me provocas, ansiedad. No tienes idea las veces que cancelé un encuentro, que quise irme corriendo y tirar mis sueños por la borda. No te das una idea lo que siento ahora mismo, mientras escribo esto.
Quisiera que algún día te pusieras en mi lugar y dejaras de atormentarme. Me cortaste las alas, me llenaste de miedo. Me hiciste tenerle miedo al miedo que provocas. Ya no lo soporto, ya no te soporto. Recuerdo las veces que pasé vergüenza en público descomponiéndome; las muchas otras en que mostré mi costado más débil clamando ayuda a los gritos; las miles de veces que pensé que no iba a poder. ¿Te acuerdas cuando pensé que me ibas a matar? Cuando hiciste que mi corazón latiera tan fuerte y mi cuerpo se tensara tanto que sentí que ya no lo soportaría, que esa sería la última vez…
Pero acá estoy, y sigo en pie. Sin embargo, siempre estás ahí, esperando para atormentarme, justo media hora antes de salir, de rendir un examen o de un evento multitudinario. Estoy realmente cansada de que no me dejes respirar en paz; sentirme libre de ti; poder llevar una vida normal.
Me siento enferma, me siento diferente, me siento demasiado débil frente a ti. A veces se torna muy duro hacerte frente, simular que soy fuerte, pararme y seguir; esperando que te canses y te vayas por hoy.
Eres tan potente y pareces tan invencible, que hasta el Clonazepam a veces no puede contra tu furia. Te tengo miedo, te odio, no puedo amigarme contigo. No sé si algún día voy a poder. He probado cientos de técnicas, actividades, respiraciones y ansiolíticos; realmente estoy exhausta. Me hiciste tenerle miedo a mi familia, a mi cuerpo, a mis actividades diarias, a mi entorno, a mostrarme, a mis sensaciones. Un simple resfrío me recuerda a ti; y tú aprovechas esa oportunidad para aparecer de nuevo.
No puedo sentir, no puedo pensar en otra cosa que no sea en oscuridad… y en ti. Eres tan terrible, ansiedad. Puedes derrotar hasta la fe más profunda con tu furia incontenible. Una vez que llegas, ya no te vas. No sé si algún día te resignarás conmigo. Después de todo, ya llevo más de diez años esperando. Quizá decidas marcharte el día en que ya no te preste más atención.
Si hay algo que me enseñaste, es que siempre tienes algo para decir. Cada vez que apareces, traes contigo una angustia inmensurable que me invade sin más, ¿y sabes qué es lo peor? Que te empecinas con ella y conmigo, la empujas contra mí hasta que quedamos atrapadas, las dos, cara a cara; y ya no la puedo evitar. Tengo que dejarla salir.
¡Ay, ansiedad! Eres como una tormenta ruidosa que no cesa hasta que no descargó todo su enojo. Inundas cada rincón, asustas, descolocas. Los grandes diluvios no se cansan y se van; se quedan ahí hasta que a las nubes ya no le queda más agua. Así eres tú. Llegas desacomodando todo a tu paso, con la angustia tirando de un lado; entras como si mi cuerpo fuera tu casa, sin avisar que venías. Y yo no entiendo nada. Traes a tu amiga la tristeza y hasta que no dejo que pase, no dejas de insistir. Es una lucha continua, que puede durar horas, incluso días. Puedo hacer lo que sea para evitar que pases, pero no estás dispuesta a irte. No hasta que te abra la puerta, te mire de frente y te acepte, una vez más.
Acá estás de nuevo ansiedad, convulsionando mi cuerpo y lastimando mi alma. Eres como el lío de un tren cuando pasa haciendo temblar el piso. Pero el piso no se resiste como yo, él simplemente se relaja y te da la bienvenida, porque no le queda otra. Se pone cómodo y espera, pacientemente, a que el ruidoso tren siga su curso y se vaya; habiendo dejado todo el pasto alborotado. De nada le sirve al piso tirar los árboles y obstruir las vías; ponerse tenso ante el paso del tren… eso sólo lo lastima más.
Espero llegue pronto, ansiedad, el día en que me tumbe en una cama, no a luchar contra ti, sino simplemente a dejarte pasar.