Cuando lo conocí estaba dispuesta a seguir adelante con mi vida de soltera. Me había aferrado a la idea de que necesitaba tiempo para mí, necesitaba volver a ser yo. Necesitaba tiempo para sanar las heridas que me habían causado, tiempo para conocer nuevas personas, pero sobre todo necesitaba estar para mí.
Él era callado, no era tímido, simplemente parecía que el mundo le era indiferente. Y creo que eso fue lo que me llamó la atención. No sabia demasiado de él, pero de algo estaba segura, cada que nuestras miradas cruzaban parecía como si nos hubiéramos conocido de años, como si supiéramos qué estábamos pensando, sintiendo y sufriendo. Al conocerlo más me di cuenta de que era igual que yo, pero en su versión. Los dos sufríamos de trastornos mentales, y aun sabiendo que podría llegar a ser un error, decidí acercarme a él.
Los pocos meses que salí con el, me divertí como nunca. Éramos tan parecidos que hasta mis locuras más obscuras, él las había vivido. De un modo u otro me sentía protegida. Sentía que por fin había conocido a alguien que me comprendía.
Estando con él, me di cuenta de que se me iban los miedos, y eso que yo soy de las más miedosas, pero aparentando valor para animarlo, llegué a tenerlo de veras.
Él era todo aquello que necesitaba; comprensión y sustento.
Cada beso en la frente que le daba, era un intento desesperado por arrancarle de la memoria los malos pensamientos y recuerdos del pasado. Y me fui dando cuenta de que era demasiado noble para ser un demonio y demasiado loco para ser un ángel.
Pero sabíamos que estábamos aferrándonos a algo que no podía ser. Estábamos intentando curarnos uno al otro, cuando en realidad ninguno de los dos sabía qué hacer. Sabíamos lo que era el dolor. ¡vaya que lo sabíamos! Y como cuando el cielo llora, nunca nadie le pregunta dónde le duele, nadie sabía preguntar por qué nos sentíamos tan tristes y vacíos.
Nuestra atracción más que física, era mental. Algo sin forma, una abstracción que simplemente no podía ser. Estábamos destinados a no estar juntos, yo lo sabia, y eso era lo que más dolía.
Sabíamos que lo nuestro sólo tenía dos opciones; o ser la mejor relación que hubiéramos tenido, o podría llegar a ser la peor de todas. No había intermedios. No había otras opciones porque los dos entregábamos el amor sin condiciones, porque los dos sufríamos el dolor a flor de piel.
Le valía la vida, pero sabía que a pesar de eso le importaba yo. Puede que fuéramos un par de locos, tratando de curarse mutuamente heridas que sólo con el tiempo pueden sanar. Pero puede que nos ayudemos como a nadie si estamos juntos. Por ahora decidimos tomar caminos separados, tanto amor para nada, tanto daño para nada.
Pero no olvides que te quise con la locura que sólo tu sabes entender.