Todos nos hemos enfrentado cara a cara contra la incertidumbre, pasado noches en vela dudando de qué habría pasado si hubiéramos actuado de manera distinta, repasando una y otra vez esos momentos en los que un gesto; una palabra; una acción; podría haberlo cambiado todo.
Estamos programados para actuar de determinada forma ante determinadas situaciones. Nos han repetido cientos de veces que si lloramos de impotencia en público somos débiles, al igual que si expresamos cómo nos sentimos realmente a la persona que nos gusta nos hace perder nuestra dignidad. Y muchas veces, no importa cuánto nos esforcemos, parece que simplemente no somos suficientemente buenos.
Vivimos en un maravilloso mundo repleto de posibilidades malgastadas, lleno de potencial que nunca llegamos a usar, y de personas arrepentidas por no darle uso. Y después nos machacamos por no haber hecho caso a nuestro instinto y mandar ese primer mensaje, decir aquella palabra que se nos quedó en la punta de la lengua, haber sido capaz de decir “no” cuando todos los demás insistían en que sí. Decidimos reprocharnos por todas esas cosas que nunca fueron y nunca serán por la simple razón de que en el último instante despachamos la idea, dudando de nosotros mismos. Porque, no seríamos suficientemente buenos para… ¿para qué? ¿Suficientemente buenos… para quién? Pensamos constantemente en qué dirán los demás, preocupados en si nuestra “reputación” se desvanecerá como pompa de jabón que explota un niño con el dedo en el parque. ¿Cuándo fue la última vez que dejamos de hacer algo por dubitación? ¿Y por miedo?, ¿tal vez, incluso, porque “no encajaba”? ¿Por qué decidimos vivir atados a las expectaciones de los demás cuando seríamos más felices llevando una vida dirigida por nuestros instintos?
Tras vueltas y vueltas en la cabeza y en la cama, hoy ya no me quedan más “quizás”, ni más “y si…”. Así que pongamos nuestras mejores caras al buen y mal tiempo. Seamos intrépidos, sin tener que esconder nada y presumiendo de todo. Actuemos como si nunca nadie nos hubiera puesto límites, porque no lo hacemos por ellos. Sino por nosotros mismos. No podemos disculparnos por ser más de lo que nos dicen que seamos, porque podemos conseguirlo todo si nos lo proponemos. Y lo haremos sin arrepentimientos. Hoy por fin declaro que ha llegado el momento en el que el pasado, junto con la incertidumbre, queda atrás, y ya nada me va a retener.