Para varios especialistas, el hecho de poder ponernos en los zapatos de alguien más, es una de las características más fascinantes y maravillosos de la humanidad. La escritora estadounidense, Maya Angelou, fue una de las defensoras de esta idea y se encargó de reafirmarla hasta el día de su muerte, el año 2014, desde su rol de activista social.

Sin embargo, la ciencia moderna sugiere que nuestra empatía natural se puede ver alterada por factores externos que pueden fomentarla u obstaculizarla. Uno de estos agentes es el estrés, tan frecuente en el siglo XXI.

Es que enfrentar el frenético día a día, haciendo filas, atrapado en los embotellamientos y tolerar más de una mala cara, tiene que provocarnos algo y ello se ve reflejado en lo que llamamos estrés. Pero, a la vez que afecta nuestra empatía, es esta misma la que puede hacernos más llevadera la acelerada actualidad y aminorar las cuotas de estrés. Es una cuestión recíproca.
La empatía se trata de entender que, entre tú y el otro, hay un “nosotros“.

En el estudio que ayudó a detectar la relación entre el estrés y la empatía se posicionó a los sujetos de estudio en una mesa frente a un extraño con un libro sobre ésta, y en ella reposaba un libro hacia su costado derecho. Al preguntarles dónde tenían el objeto, todos respondieron “a la derecha”, pero cuando la pregunta cambió, también lo hizo la respuesta – pero, principalmente, el tiempo que tardaron en contestar.
Al preguntar a qué lado tiene el libro el extraño, los más relajados no demoraron en responder “a la izquierda”, mientras que los sujetos más sometidos a estrés, tuvieron que pensarlo más de una vez.

La conclusión de los investigadores apuntó a que, debido al estrés, nuestro cuerpo está más preocupado de volver a su lugar de confort y deja en segundo plano la idea de ponerse en los zapatos de alguien más.
