“¿Qué es lo que hice para merecer una hija así?” “Estoy decepcionado” “¿Qué van a decir tus tías de nosotros?” “Eras un ejemplo para la familia”. Bueno, papá, mamá, tal vez nunca deje de hacer cosas que los decepcionen, así que será mejor que les diga qué fue lo que hicieron.
Ustedes me enseñaron a no quedarme callada, a levantar la voz, a defender las cosas por las que creo. Ustedes me dijeron que nadie podía tocar mi cuerpo, que sólo yo soy su dueña y sin mi consentimiento nadie debe tocarme o dañarme.
Me enseñaron que las cosas no son gratis, que cuestan tiempo, trabajo, dinero, esfuerzo, y que si quiero algo debo ganármelo. Me enseñaron que hay prioridades, que primero son las responsabilidades y después la diversión, o la pereza… aún batallo con esto (sobre todo en la limpieza) pero confío en mí.
Mamá, tú me enseñaste que una herida con besos no duele tanto, y papá… tú que puedo levantarme, volver a jugar y esa cicatriz será un recuerdo en mi cuerpo. Igual que los lunares en mi piel, esos que comparto con las personas que amo, con las que me une la sangre, pero… ¿Qué pasa con aquellas personas que amo, con las que no tengo un lunar, con las que sólo comparto recuerdos, con aquellas experiencias de las cuales no tengo cicatriz y quiero recordar? De esos sueños que quiero cumplir y necesito un recordatorio diario para no desistir.
Yo sé… hubieran preferido que una agenda bastara, pero la organización nunca se me dio.
Así que después de cumplir con mis obligaciones defiendo mis ideas, usando el cuerpo del que soy dueña, marcándome en la piel los besos que me dicen que sané, las enseñanzas y experiencias en mi vida que no quiero olvidar y el recuerdo diario de a donde me dirijo.
Me cuesta entender por qué los decepciono si he hecho sólo lo que me han inculcado desde niña, pero aún así les pido perdón. Perdón por no ser la hija que debía ser y gracias por aceptarme y amarme, así loca como soy.
Los ama por siempre su hija rebelde, tatuada y perforada.