Nadie nunca nos preparó para eso. De pronto llegó la noticia, nuestro pilar, nuestro súper héroe, mi abuelito, tenía cáncer.
Lloramos, gritamos, nos desesperamos, queríamos despertar y esperar que todo fuera una pesadilla.
Antes de que pudiéramos procesarlo, ya había empezado el tratamiento.
Un proceso doloroso física, mental y espiritualmente. Nuestra alma se enfermó con él.
Sin embargo, hay algo que rescato de todo este proceso.
Vi a mi familia quitarse la fachada de “simples mortales” para convertirse en superhéroes.
Es chistoso, la gente cree que los actos heroicos tienen que ver con enfrentar cosas que nos generen mucha adrenalina.
Sin embargo, yo puedo decir que los actos heroicos los vi en mi familia, al buscar dentro de lo más profundo de sí mismos una sonrisa genuina para mi abuelito, a luchar sin darse por vencidos, a buscar mil y un caminos alternativos cuando nos cerraban muchas puertas, al tener y demostrar paciencia, al ver buscar hasta el cansancio estrellas en el camino cuando todo se veía tan oscuro, pero sobretodo, al estar junto a él cuando más nos necesitó.
Quizás el milagro no es exactamente la recuperación de mi abuelito, sino el amor y la unidad que pudimos encontrar y expresar, a pesar de enfrentar un huracán.