Juntos somos mejores aunque seamos diferentes, nos odiemos la mitad de los días y nos gritemos cuando nos enfadamos
Te odio tanto que te quiero. No he odiado nunca a nadie tanto como te quiero a ti. A veces me pregunto si estamos destinados al caos de nuestras mentes pasionales o si realmente es la dinamita de la relación.
Si pienso con la cabeza a menudo sé que tú y yo no tenemos nada que hacer, somos tan diferentes; tú eres el blanco y yo soy el negro, tu manera de ver la vida dista muchísimo de la mía, odio tus hobbies y a ti no te gustan las mismas cosas que me gustan a mí, no nos gusta ni el mismo estilo musical. A mi me encanta leer y tú no te lees ni las etiquetas de los frascos.
Nunca actuaría como tú en el 90% de las situaciones. Tú eres la calma absoluta y yo soy absolutamente un nervio. A ti te gusta el silencio, la tranquilidad y a mí me va la locura y la gente. Yo soy animal nocturno y tú eres más de aprovechar los días. Yo soy de mar y tú de montaña.
Seguramente eres todo aquello que siempre dije que no me gustaba, aquella persona con la que nunca saldría. De lejos el prototipo de persona que me llama.
Y mírame, aquí estoy, ni todos esos motivos me son suficientes para apartarte de mi lado. ¿Incompatibles? Seguramente a todos los aspectos sí, pero hay algo inexplicable, una extraña fuerza que cada vez que pienso que no eres para mí me hace ver todas las cosas buenas que tenemos y sentimos cuando estamos juntos, y entonces todo lo demás se me olvida.
Juntos somos mejores aunque seamos diferentes, nos odiemos la mitad de los días y nos gritemos cuando nos enfadamos.
Nada de todo eso importa mientras me siga sintiendo en casa cada vez que me cojas entre tus brazos.
Porque ya lo sabes, como te quiero a ti no he odiado nunca a nadie.