Estoy segura que todo el mundo, al menos una vez en la vida, ha sentido que es un fracaso. Todos hemos tenido esa pequeña vocecita en nuestro interior que nos recuerda que a los demás les va mucho mejor y que nosotros seguimos aquí, estancados. Es ahí cuando empiezas a buscar opciones, libros que te motiven, imágenes con citas inspiradoras, pero la verdad es que no necesitamos más motivación. No necesitamos que nadie nos inspire a hacer eso que se supone que tenemos que hacer. No necesitamos más frases inspiradoras en nuestra red social favorita ni tampoco necesitamos otro artículo que nos diga que no nos estamos esforzando lo suficiente y que si trabajáramos un poco más duro podríamos lograrlo todo.
Todos hablan del éxito y la motivación como si pudieses cambiar tu vida y ser feliz para siempre mirando imágenes motivacionales en Pinterest, pero honestamente, hay algo de lo que nadie quiere hablar. Es hora de decirlo: somos lo que somos hasta que un día cambiamos casi sin darnos cuenta y nos convertimos en mejores personas. Evolucionamos en el momento indicado, sin embargo, no tenemos cómo saber cuál es el momento indicado. Así es la vida real: las cosas pasan cuando todo se alinea, no cuando terminas otro libro que te dice que si escribes cientos de listas con tus sueños finalmente lograrás todo lo que siempre has querido.
No les des importancia a las ocasiones en las que los demás te hagan sentir que deberías ser más, estás donde estás y tienes que sentirte orgulloso de eso.
No eres un robot, eres humano y es natural que a veces no tengas motivación, es natural que a veces no tengas la fuerza para motivarte o impulsarte a hacer algo. A veces vas a pasar por un mal momento, a veces las cosas no van a ser tan sencillas, a veces vas a tener que tomar el camino más difícil para aprender lo que la vida quiere enseñarte.
La verdad es que no tienes el poder para controlarlo todo. Nadie lo tiene. Te puedes levantar temprano todos los días y dormirte muy tarde cada día de la semana, pero si la inspiración no llega a ti, si las ideas se niegan a llegar a tu mente, entonces no hay mucho que hacer. Si no es el momento, simplemente no es el momento y tienes que darte permiso para ser un ser humano con altos y bajos.
De una u otra forma todos sabemos esto: no puedes manipular las experiencias que vives ni el orden en el que las cosas ocurren, sin embargo, insistimos en vivir ignorando este hecho. Preferimos vivir pensando que podemos controlarlo todo, preferimos creer que si las cosas no salen como queremos, entonces es nuestra culpa por no habernos esforzado lo suficiente.
Gran parte de nuestra tristeza y frustración vienen del hecho de que creemos que tenemos el poder de cambiar cómo queramos y cuándo queremos. Creemos que tenemos el poder de cambiar nuestras circunstancias, y aunque eso es cierto, no es instantáneo como pensamos. Nadie tiene el poder de hacerse rico o exitoso de la noche a la mañana.
Lo que sucede en tu vida no es tu culpa. No es tu culpa no tener dinero o no haber conseguido el trabajo de tus sueños o no ser jefe aún o no tener la casa que pensabas que tendrías. Esfuérzate al máximo y deja que lo que tenga que pasar pase, muchas veces la oportunidades no llegan de la forma que esperamos.
Deja de escuchar a los que te critican y ni siquiera saben cómo se siente vivir un día en tus zapatos.
No escuches los consejos de los que no saben lo que es trabajar duro todos los días, de los que no saben el esfuerzo que significa cada una de las cosas que haces, de los que no tienen idea cómo se siente vivir de la forma que lo haces.
Puede que hoy aún no seas la persona que pensaste que serías y eso está bien. Aún nos queda tiempo para convertirnos en esa persona o para cambiar de parecer o para hacer lo que se nos ocurra. Lo que eres hoy tendrá un impacto directo en la persona que te convertirás en el futuro. Quiérete, admírate, ámate. Todo lo que has logrado hasta ahora, incluso si no parece mucho, es la base de lo que vendrá después.