Cuando necesité un punto de vista diferente, estuviste ahí. Cuando necesitaba un apoyo y alguien que me dijera las cosas tal como eran, no tuviste ningún problema en hablar. Cuando necesité contención, fuiste el primero en ofrecerme sus brazos y sus palabras de aliento. Eres mi mejor amigo y, por eso, tengo mucho que agradecerte.
Gracias por todas esas tardes de risas. Por esos momentos de compañía que me hacían sentir que tenía a alguien en quien confiar. Gracias por las caminatas, esas en las que solíamos arreglar el mundo e imaginar cualquier cosa, por muy absurda que sea. Gracias por no juzgarme por mi apariencia, por mi personalidad o por lo que tuviera que decir. Gracias por escucharme cada vez que necesité hablar desde el corazón, por entenderme cuando debía desahogarme. Gracias por estar ahí.
Gracias por ser mi mejor amigo y por jamás haber intentado ser algo más. Gracias por respetarme, por entenderme y por cuidarme. Gracias por ser lo más parecido a un hermano mayor. Gracias por todas esas conversaciones que duraban hasta la madrugada. Esas conversaciones en las que hablábamos desde lo que nos había pasado en el día, hasta en cómo iba a ser el futuro de la humanidad u otras cosas absurdas. Gracias por buscar la manera exacta de hacerme olvidar los problemas y hacerme reír cuando más lo necesitaba. Gracias por tenderme la mano, levantarme y decirme que todo iba a estar bien.
Gracias por ser tú. Por ser mi mejor amigo. Por ser mi hermano. Mi protector y mi cómplice en todo. Creo que siempre me van a faltar palabras para expresarte completamente lo agradecida que estoy de tu amistad, porque, aún en los días más difíciles, aún cuando no lo merecía, siempre estuviste ahí, dispuesto a lo que fuera con tal de hacerme reír y pasar un buen momento.
Gracias por todo. Tener amigos que te acompañen es lo mejor, pero tener un mejor amigo como tú es simplemente lo máximo. Te estaré eternamente agradecida.