Desde pequeña siempre me ha gustado la fotografía. Cada vez que tenía una cámara en las manos intentaba plasmar en imágenes todo lo que veía o aquellos momentos que quería guardar. Tenía cientos de fotos en cajas, álbumes y hasta en la pared de mi habitación. Me gustaba contemplar cada fotografía y volver a aquel momento que había capturado en cada imagen. Era como volver a vivirlo realmente.
Había quienes me preguntaban si no me aburría tomando tantas fotos e, incluso, hasta querían saber cuál era mi afán de tomar fotografías siempre. “Es fácil”, decía, “es una buena manera de atesorar recuerdos y revivirlos cuando quiera”. Claro, más de alguna vez me dijeron que los recuerdos deben vivir en la mente y que tomar tantas fotos no me iba a servir, pues eran cosas materiales que podían perderse y que algún día me iba a aburrir de tener tantas fotos. No. Lo cierto es que, aunque no lo quieras, JAMÁS tienes suficientes fotografías.
Creo que este amor por las fotos lo heredé de mi abuelo. Él, cada vez que salía de casa (o hasta en su propio hogar), llevaba su cámara fotográfica consigo. Lograba obtener las mejores fotografías de las puestas de sol, de las aves volando cerca, de las nubes y hasta de los animales que pasaban por ahí. Siempre tenía la oportunidad de capturar algún momento bajo su lente. Adoraba tomar fotos familiares, de todo. Desde las comidas en familia, los cumpleaños, hasta las travesuras que sus nietos hacían de pequeños. Debo decir que, de no ser por él, no tendría tantos recuerdos de mi infancia.
Yo también soy así. Creo que cuando tomas una fotografía lo haces con la intención de capturar algo y hacerlo parte de ti, aunque sea en una imagen, en un papel. Intentas atesorar algo, guardarlo y volver a contemplarlo después. Eso, sin duda, te hace volver a ese momento una y otra vez cuando miras una fotografía.
Es por eso que siempre tomas fotos de tus seres queridos. De tus viajes. Del arte. De la comida, incluso hasta de los paisajes que recorres. Son recuerdos que intentas atesorar para que puedas revivirlos y comentarlos con quienes conozcas más adelante. Créeme, aunque te digan que los momentos sólo deben contemplarse, tomar tantas fotografías será lo mejor que puedes hacer, porque te llenarás de un tesoro infinito que nadie más que tú logrará entender.
Gracias a todas esas fotos tienes recuerdos que contemplas con tanto amor. Gracias a esas fotos puedes volver a vivir esos momentos que te dejaron sin aliento. Gracias a esas fotos puedes volver a mirar a esas personas que ya se han marchado. Gracias a esas fotos puedes comprender cuánto has crecido y cómo has vivido.
Porque, en el futuro, agradecerás haber tenido una cámara en la mano y haber tomado tantas fotografías.
Así como yo.