Cuenta una fábula muy antigua que, hace ya mucho tiempo, en una tarde apacible de otoño, un hombre anciano llevó a su nieto pequeño al bosque para enseñarle unas cuantas nociones de caza. Mientras esperaban con paciencia tras unas rocas a que alguna presa estuviera a tiro de flecha, vieron pasar a una elegante y no muy numerosa manada de lobos. El chico se puso nervioso, y para calmarlo y distraerlo, su abuelo comenzó a contarle un cuento breve que acababa de recordar.
“- ¿Sabes, hijo? -comenzó el anciano-, cuenta una leyenda que me contó mi abuelo, y a que a su vez a él se la había contado su abuelo, que existen dos lobos enzarzados en una batalla constante en el corazón de cada hombre. Uno de ellos rezuma odio, rencor, ira y rabia; mientras que el otro lobo abandera la compasión, la bondad, el amor y la paz.
– ¿Y cuál de ellos gana la batalla, abuelo? -preguntó el chico con ingenuidad infantil.
– El que tú alimentes, muchacho. -Respondió el anciano con media sonrisa. -El que tú alimentes…”
Esta leyenda de origen Cherokee refleja fielmente esa lucha interna que todos libramos en algún momento, y de la posibilidad de elegir a quién proclamamos vencedor.
Víctor Frankl, neurólogo y psiquiatra austriaco y judío, fue detenido en 1942 junto a su familia por las autoridades nazis, y encerrado durante tres años en diferentes campos de concentración. Él sobrevivió, pero allí perdió a su esposa y a sus padres. Tras aquella experiencia, publicó “El hombre en busca de sentido”, donde nos habla de la libertad del hombre para elegir su actitud frente a las circunstancias adversas; fue lo único que los nazis no pudieron arrebatarle. Después de la muerte de su familia, Frankl podría haber decidido que no tenía nada más por lo que seguir adelante, y podría haberse quitado la vida, terminando así con su sufrimiento; sin embargo, durante todo el tiempo que estuvo recluido, ayudaba a otros a desechar la idea del suicidio y a encontrar motivos por los que mantener la esperanza de salir de aquel infierno.
¿Y qué podemos aprender tanto de la fábula Cherokee, como de Víctor Frankl y su desgarradora historia? Que quizá, en más de una ocasión, no podamos elegir las circunstancias ni los acontecimientos que se sobreponen en nuestra vida, pero siempre podemos elegir nuestra actitud frente a estos. Nadie nos podrá privar nunca de ello. Y dependiendo de nuestra elección, del lobo que decidamos alimentar, obtendremos tormentas o días despejados.
Puede que a veces la vida nos dé más palos de los que pensamos que merecemos; puede que personas que nunca creímos capaces, nos decepcionen de la peor forma posible, que proyectos en los que habíamos trabajado sin descanso resulten en fracaso; puede que tengamos momentos en los que no encontremos nada a lo que aferrarnos para continuar, y que nos parezca mucho más fácil dejar que la corriente nos arrastre al fondo en vez de luchar por mantenernos a flote. Pero es justo en esas ocasiones cuando nuestras acciones definen más que nunca quiénes somos. Alimentar al lobo bueno o al lobo malo nos convertirá en uno o en otro, y nuestra actitud será la que hable por nosotros.
Y por último, una recomendación personal de uno de los mejores conferencistas motivacionales que conozco hasta la fecha: Víctor Küppers y su conferencia en Andorra sobre actitud.
Y tú, ¿a qué lobo alimentas?