Siempre fue importante para mí tener amigos y conocer personas. La mayoría se introducía sola, y desde allí observaba comportamientos y conductas. La mirada lo decía todo. Podías sentir a través de los ojos cómo eran sus diferentes estados de ánimo, sus pensamientos, gestos, ideas. La mirada era tan sólo la puerta de comunicación entre dos almas. Parecía un poco absurdo al principio pero después fui comprobando que las almas no divagaban por sí solas, sino que estaban destinadas a encontrarse.
Era como si la vida ponía en juego situaciones, apostaba dificultades y sorteaba al destino el encuentro en el momento preciso de dos personas cualquiera sean. Así llegábamos a encontrarnos con miles de personas que cumplían en nuestras vidas diferentes roles: de amigo, de hermano, de novio, primo, abuelo, tío, padre y madre. Conocíamos a estos seres de luz terrestres, esas personas que por algún motivo coincidían en nuestro camino como arte de magia, permaneciendo en nuestro andar siempre con algo por enseñar y mucho que aprender. Poco a poco se volvían como maestros de ruta que hacían descubrir en nosotros mismos que podíamos ser más, que habíamos venido a este mundo a cumplir una misión. Hacían que el estar presentes en el aquí y en el ahora, fuera un hecho.
Existen dos tipos de seres de luz: los celestiales, esas almas que ya no están materializadas en la tierra pero que por algún motivo divagan en este mundo en busca de paz; y los terrenales, que nacieron para encontrarse, nuestras almas gemelas. Algunos creen que cuando un niño nace, nace destinado. Programa su vida desde su nacimiento hasta su fin, sin un por qué. Va sorteando situaciones hasta que aparece uno muy parecido o que vibra en la misma sintonía. Cuando esas almas suelen encontrarse suelen identificarse con la mirada. No necesitan hablar. Ambas emanan luz que se multiplica y se transmite de una persona a la otra. Todo con esa persona es diferente, no hay sentido de pertenencia, no hay sentimientos negativos, te sumerges en la calma y la paz.
Ante este encuentro te darás cuenta de que tu vida habrá girado a 180 grados. Lo superfluo te parecerá nefasto, y comenzarás a darle un sentido a tu existencia. Ya no serás ese envase vacío que no encontraba rumbo, ya no volverás a pensar mediocridades o te fijarás en cosas sin sentido. Te darás cuenta de que el mundo material no tenía mucho sentido, y que ya no estás en búsqueda de la riqueza material. Comenzarás a mirar con el alma, y todo será mucho más fácil. Tu vida fluirá como un rio sin piedras, y entenderás por qué ciertas situaciones están hechas a no darse. La luz de ellos emanará de sus ojos y su sonrisa y tan sólo te incitará al cambio. Será un antes y después en tu vida, ya nada será igual.
Podrás sentir cosas diferentes desde una necesidad de dar amor por sobre todas las cosas, hasta una sensación de felicidad plena. La otra persona, tu paralelo sentirá lo mismo y como por arte de magia ya estarán internamente conectados. Podrán descubrir que llegaron a este mundo para encontrarse. No necesitaran más nada, porque ya lo tendrán todo.
Dios fue sabio al crearnos individuales en cuerpo y alma, la vida nos hizo libres para elegir nuestro camino, pero nadie se había dado cuenta de que el destino ya estaba escrito. Quizás nuestra alma gemela está parada en la esquina donde siempre pasas todas las mañanas para ir a trabajar. Uno nunca tendrá la certeza de cómo dos personas mundanas se reencontrarán, pero ten seguridad que cuando esa unión suceda nada será más supremo: tu alma brillará y ya no habrá nada que seguir escribiendo.