En ocasiones hemos sentido dudas respecto a nuestros sentimientos y relaciones. Las preguntas surgen de una manera tan impresionante que tu mente y tú deben detenerse a pensar en lo que está sucediendo e intentar apaciguarlo. Es cierto, detestamos esto. Detestamos que una persona sea el centro de atención de nuestra mente y que por culpa de ello, no podamos concentrarnos en otro tema o actuar de forma normal.
La ansiedad generada y los nervios ocasionan estragos en nosotros y nos volvemos susceptibles a cada situación que encontramos y nos trae recuerdos. Somos sensibles, vulnerables, torpes y caóticos. Si aún no eres consciente de este problema entonces piensa si te has hecho alguna de estas preguntas (yo me he hecho todas e incluso, se las dije a esa persona):
“¿Por qué nos hacemos esto? ¿Por qué volvemos cuando sentimos la falta del otro y nos vamos cuando algo nos hace sentir mal? ¿Acaso no podemos ya ni mirarnos a los ojos por el remordimiento? ¿O es que no tenemos dónde más escapar que en el otro? ¿Cuál será nuestra finalidad cuando despiertan esas ganas de saber y ver al otro? E insisto, ¿por qué hacernos esto?”
Después de que tu mente se ha encargado de hacerte entender que necesitas solucionar esto, viene una etapa en la que por experiencia propia les recomiendo NO actuar por impulso. Necesitamos encontrar la salida del laberinto de nuestra memoria, hallar soluciones, intentar el diálogo y aunque suene a discurso político, encontrar la paz.
Pensemos en lo necesario que es para nosotros estar tranquilos con nuestra consciencia, entender y aceptar que a pesar de todo lo que sucedió hemos sanado esa herida y estamos bien con el otro, que podemos verlo a los ojos y expresar cierta dicha, gozo, reconciliación y es cierto, algo de nostalgia por lo vivido, pero al fin y al cabo, satisfacción de haberlo superado y continuado con nuestra vida.
El camino para lograrlo es difícil y doloroso, no será algo sencillo pero vale la pena recorrerlo para que al final podamos disfrutar de la sensación de haberlo resuelto. Sentiremos muchas veces que nuestros intentos son en vano y que cuando la otra parte también quiere intentarlo, seremos nosotros quienes cometamos el error de no entenderlo y actuar por impulso y generar más daño, pero a pesar de que no suene creíble, nunca es tarde para intentarlo, y algún día ambas partes podrán sentarse a hablar y con la misma motivación dejarán a paz y salvo su situación.
Les confieso, lectores emocionales y racionales, que entender esto me costó casi un año y aún estoy en el proceso de solucionarlo pero por lo menos, ya no es motivo de tristeza cada forma de amor que veo, es cierto eso de sentir nostalgia pero me siento fuerte, me siento capaz de afrontar cada situación que venga y he recobrado el sentido del amor propio, créanme cuando les digo que no hay amor más fiel y bonito que el propio y esto no es egocentrista si se sabe manejar, véanlo más bien como una forma de darse cariño y mírense frente a un espejo diciéndose “te amo”.
No perdamos el verdadero sentido de esta palabra a pesar de las desilusiones porque aunque no lo veamos, muchas cosas valen la pena y no debemos depender del recuerdo de una mala relación, mejor aprendamos de los errores, examinemos qué fue lo que hicimos y que actos nuestros fueron también causantes de ese desenlace; una relación no falla sólo por culpa de uno, ambas partes aportaron para su final y eso es algo que debemos aceptar, entender que esos errores no debemos cometerlos otra vez.
Nadie está preparado para perder a alguien que amó tanto pero con esfuerzo y lucha entenderemos que esto es parte del camino de la vida y no tiene de malo equivocarse, cometer locuras y actos no muy bien vistos. Al final sólo tenemos esta vida y lo importante es vivirla a consciencia, si somos conscientes podemos darnos explicaciones de lo que hicimos y entender que en ese momento tuvimos una razón lo suficientemente fuerte para tomar la decisión de hacerlo y por tal motivo. No es malo si se hace por una causa que tenía el suficiente valor para nosotros en aquel momento.