En mi opinión ser importaculista debería ser una ley de vida. Realmente no sé cuando empecé a usar la palabra importaculismo en mi vocabulario y no sé cómo llegó a mí, pero desde que descubrí e interioricé su real significado, mi vida es mucho más liviana y más feliz. Dícese de importaculismo la acción por la cual a uno le importa un culo la opinión, acciones, palabras, comportamientos y gestos de los demás; y no porque no sean importantes, sino porque uno aprende que la felicidad no está en el exterior sino en uno mismo.
He ratificado varias veces que uno debe hacer lo que lo hace feliz, el problema es que en esta sociedad hacer lo que a uno lo hace feliz genera críticas, juicios y comentarios que algunas veces van en contra de nosotros y que así no lo queramos, nos afectan; obvio, no estamos en el mundo de los robots y tenemos sentimientos. Así que la solución ante eso es tan sencilla como ser importaculista.
Aunque la palabra suena fuerte (hasta pesar me da con el pobre cucu que siempre lo tratan mal), yo la uso con cariño y respeto. Bien es sabido que Dios nos creó bajo el libre albedrío por lo que no hay nada bueno o malo, no hay verdades absolutas, cada quien dependiendo de sus concepciones verá cada situación. En mi caso, las cosas que son consideradas “malas” son simplemente lecciones que se nos atraviesan para que aprendamos y crezcamos, así que bajo mi concepto usar la palabra “importaculismo” está lejos de ser una grosería; simplemente quiere decir que si a los demás les gusta o no lo que yo hago pues a mí no me afecta, yo hago lo que me hace feliz, y si va de acuerdo a mis principios y valores, sé que estará bien así los demás se paren en las pestañas.
Cabe aclarar que hacer lo que a uno le da la gana, no quiere decir saltarse las reglas o pasar por encima de los demás, cómo escribió John Stuart Mill “la libertad del individuo acaba donde empieza la libertad de los demás”; por lo que hay una delgada línea en entre el importaculismo y el egoísmo que siempre habrá que respetar.
Creo que de tanto viaje por ahí se me pegó y pues es que después de ver a tanta vieja Europea en topless (sin brasier) a quienes les importa todo menos el tamaño de sus senos o la firmeza de los mismos, tanta pinta “loca” en las calles americanas donde la gente no juzga por si la falda es larga o corta, tantas religiones mezcladas y respetadas bajo el techo de la Capilla Sixtina a donde la gente no va a juzgar a “Dios” sino a admirar las obras de arte, etc., cualquiera se vuelve un poco más importaculista.
Así que mi invitación de hoy es a que aprenda a ser feliz y deje de cargar una responsabilidad tan agotante como lo es la de tratar de hacer feliz a todo el mundo. Créame, el importaculismo funciona.