Hay varias cosas que los mexicanos extrañamos cuando salimos de nuestro país: la calidez de nuestra gente, la familia, amigos y una en la que todos coincidimos: la comida. Nos encanta el pozole, las gorditas, y por supuesto los tacos. Al residir en otro país sufrimos al no poder conseguir dos de los alimentos que más consumimos, la tortilla y el chile.
Yo aún no puedo imaginar comer un trozo de carne, verduras e incluso fruta sin chile. La comida nos sabe insípida, el picante forma parte de nuestra vida diaria y cultura. ¿Pero existe alguna explicación del porqué nos gusta tanto ‘enchilarnos’ hasta llorar? Sí, nos produce adicción.
La causante de nuestro inexplicable gusto por el picante es la capsaicina, la sustancia activa del chile. Ésta estimula las neuronas sensoriales que regularmente responden al dolor.
La mexicana Diana Lizárraga Chávez, Doctora y Maestra en ciencias por el Instituto Politécnico Nacional, lo explicó al diario El País de la siguiente forma:
“Dicha estimulación produce la liberación de opioides y endorfinas que neutralizan el dolor, detienen la liberación de la Sustancia P, neurotransmisor asociado con el dolor, y de esta forma se percibe una sensación de placer y de alguna forma un grado de adicción”.

Paul Rozin, psicólogo de la Universidad de Pensilvania, indica que el picante es una experiencia dolorosa pero de poca duración y sin daño permanente, por lo que el placer tiene lugar cuando el individuo descubre que el estímulo doloroso y las respuestas defensivas no son realmente peligrosas para la vida. Consumir chile es intenso y provoca una fuerte descarga de endorfinas, por esta razón comer chile resulta más placentero que doloroso.
Aunque Rossana Nieto Vera, profesora de la Universidad Anáhuac, señala que si una persona se acostumbra a comer con picante, cuando deja de hacerlo los alimentos no saben igual.
“Lo que pasa es que relacionan el placer de comer con ese ardor en la boca y por eso la comida sin picante la sienten sin chiste. De cierto modo se puede considerar un tipo de masoquismo culinario”.
Pero además de todo eso, el chile para nosotros es un símbolo, vivimos en una región donde existen alrededor de 100 tipos de chile diferentes. La zona de Mesoamérica es una región en donde la combinación de altura y clima favorecen el cultivo del picante.

“En México, el chile se come por una consecuencia geográfica, que se convirtió en una costumbre sumamente arraigada y posteriormente en tradición. Por eso no hay una cultura tan arraigada ni al norte del continente, ni al sur del mismo”, dijo Luis Aurelio Ronzón Villegas, chef propietario del restaurante Hojarasca, al diario español.
El comer chile también es un hábito sociocultural, lo aprendiste desde niño cuando veías a tu padres y es parte de encajar en la sociedad. Incluso una de las primeras pruebas que tienen los extranjeros cuando llegan a México y que se quieren integrar a nuestra cultura es ingerir el picante.

Los mexicanos presumimos en el mundo por nuestra tolerancia al picante, en más de una ocasión he escuchado a compatriotas denostando al chile de otros países: ‘esto no pica nada, en México…”