Cuando quieres alcanzar una meta, lo primero que haces es buscar motivación para darte el ánimo a ti mismo y cumplir lo que te planteas. Aunque, contrario a lo que muchos creen, no es la mejor opción. Otra de las maneras que sólo algunas personas ponen en práctica (y en realidad tienen buenos resultados) es mentalizarse y cultivar la disciplina. ¿Cuál es la diferencia?
Cuando prefieres probar el camino de la motivación intentas hacerte la idea de que lo quieres es necesario para ti, lo cual, en realidad, no está bien. Si prefieres ordenarte y hacer algo, dejarás de lado tus emociones y aprenderás a diferenciar tus obligaciones y y sueños, de las emociones que tengas en ese momento. Es como si sólo soñaras con tener un cuerpo balanceado, en lugar de ponerte a hacer ejercicio.
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Si dejas que los sentimientos hagan el trabajo por ti, al final lo único que lograrás es retrasar todo, pues no siempre tendrás el ánimo de hacer las cosas y estarás constantemente posponiéndolas. Si te disciplinas, en cambio, el mal humor y desánimo jamás serán un impedimento o un motivo de retraso en lo que quieres lograr.
Lo que debes hacer es cortar la línea entre las emociones y los actos y enfocarte en los objetivos que te has propuesto. Así es la única manera en las que en realidad logras las cosas sin desmotivarte a medio camino y sin dejar las cosas para después. Si buscas hacerlo mediante la motivación tarde o temprano dejarás de hacer las cosas cuando ya no te sientas motivado como siempre y todo quedará ahí sin realizarse.
Otro de los problemas que tiene la motivación es que necesita de mantenimiento y constancia. Y, aunque es una perfecta opción en algunas situaciones, a veces nos puede jugar en contra cuando no nos sintamos tan motivados para hacer algo. En cambio, con disciplina jamás nos pasará, pues seguiremos un mecanismo en el que siempre tendremos energía para salir adelante, sin permitir que nuestro desgano nos impida alcanzar nuestras metas. Se trata de un trabajo constante. Con motivación, en cambio, dependemos de nuestros sentimientos día a día.
Con la disciplina siempre obtienes lo que quieres y siempre estás listo para cada tarea. Puedes motivarte, claro, pero jamás debes hacer de la motivación tu único motor para lograr tus objetivos. Construye tu disciplina. Crea hábitos. Cree en ti mismo.
Sólo así lo lograrás.