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Carta a mi amiga, la depresión

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Continúo diciéndome a mi misma que no hay ningún problema, pero si no hay ningún problema, ¿por qué no puedo decirlo en voz alta?. Son muchos los años que llevamos conviviendo. Nos conocemos, o por lo menos tú a mí, completamente, sin secretos ni máscaras. En la oscuridad y en cada momento vivido.

Ha pasado tanto tiempo que ya te considero una persona más, una incondicional, la única que encuentro en momentos críticos, lamentablemente. Tienes cuerpo, tienes cara, tienes alma y un corazón. Tienes la forma, el ser, de cada persona con quien mi mente inventa historias. Tienes mil voces, que a veces enloquecen y deciden hablar al mismo tiempo. Y no estoy segura de saber cuántos ataques más seré capaz de soportar. Tienes la capacidad de desaparecer cuando decido pedir ayuda, y cuando creo estar bien apareces nuevamente. Me enseñaste a mostrar la mejor cara posible al mundo, a evitar preguntas íntimas porque decidiste ser la única persona con derecho a mis caídas, a mis dolores.

Tan posesiva, tan celosa, tan controladora. Si quiero ver personas, estás ahí para controlar mi reacción ante el espejo. Si quiero hacer algo, estás ahí para asegurarme un fracaso. Si quiero reír, tienes un cargamento de lágrimas preparadas. Consumes mis energías todos los días, con un cansancio que se apodera de todo, que sólo conduce al mal humor, y este a más lágrimas. Cada noche se convierte en una oportunidad para rogar por favor que pares, que por favor me dejes en paz, que quiero ser libre, quiero ser feliz.

Vivo en un ambiente desordenado, y desordeno cada aspecto de mi vida, mientras mi mente sobrelleva cada cosa a un nivel superior sin permitirme acomodar los desastres producidos.

Si tanto disfrutas tu estadía, al menos ayúdame a explicar al mundo cuando sienta la necesidad de construir murallas irrompibles, que eres tú quien controla todo, que eres tú quien seca cada palabra de mi mente cuando quiero pedir ayuda, y que invades cada centímetro de mí con un miedo inexplicable. Ayúdame a superarte, a ser fuerte, a saber en qué dirección ir, a saber vivir sin ti. Ayúdame a ayudarte para que tomes un viaje sin retorno, para que encuentres tu libertad y rompas este lazo enfermizo, a que recorras el mundo sin la necesidad de apoderarte de alguien más. Han sido muchos los años compartidos, y creo que ya es momento de que sigas adelante, sin mí, porque fuiste capaz de enseñarme a pesar del dolor, y sé que el camino que quiero seguir, no es el camino por el cual te diriges.


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