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Tantas veces te dejé volver teniendo la esperanza de que ibas a cambiar

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Fueron muchas idas y cada una de ellas estuvo seguida por un regreso; excepto esta última. Hoy me pregunto por qué decidí regresar tantas veces y la única justificación que encuentro es que siempre tuve la esperanza de que el amor puro que siempre deseé estuviera en ti; tal y como una vez lo sentí al mirarme en tus ojos.

En cada ida se iba un poco de mí, se iban sueños, se iban deseos, se iban recuerdos y el hueco en mi pecho provocaba un nudo en mi garganta que parecía extenderse como un río que se desborda. Muchas veces el orgullo me sedujo; pero era un orgullo alimentado por la deslealtad, la falta de sinceridad, las verdades no dichas, las palabras de amor que se llevó el viento y, sobre todo, el dolor de saber que siempre creí que lo que había entre nosotros dos nunca atravesaría por alguna de esas situaciones.

Hoy, aunque el hueco en mi pecho me sigue provocando el mismo sentimiento, no pienso en insistir, no pienso en regresar y no me aturde la idea de que posiblemente la vida de ambos siga rutas separadas. Aunque soñé todo lo contrario, probablemente el camino que se avecine ahora sea el de seguir adelante hasta el día en que sorpresivamente me sienta dispuesta a entrelazar mi ruta con la de alguien más. Ya no importa si eso me toma más o menos tiempo que a ti.

Me guardo la satisfacción de saber que cada decisión de regreso fue tomada con el corazón por encima del rencor y, por ello, no voy a andar por ahí pensando en qué hubiera pasado si hubiera habido una segunda, tercera, cuarta, quinta oportunidad.


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