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El reto de viajar solo por primera vez

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¿Alguna vez has viajado solo? ¿Qué se siente antes de emprender el rumbo? ¿Qué puede aportar esta experiencia a tu vida? Muchos viajeros noveles se hacen estas preguntas a la hora de emprender una aventura en solitario por primera vez. Y creo que todo viajero experimentado sabría darles una buena respuesta.

En mi caso, después de trabajar durante 7 meses en la exótica isla de Mayotte, justo al lado de Madagascar, decidí viajar solo por primera vez. Había decido viajar por África en solitario durante tres meses, lo cual era para mí, un nuevo reto y un nuevo límite por rebasar, ya que nunca antes había realizado un viaje de ocio de más de cinco semanas.

A medida que este gran viaje se acercaba, sentía cómo la adrenalina empezaba a fluir por mis venas y mi corazón se aceleraba al experimentar simultáneamente sentimientos de alegría, miedo y curiosidad. Aquello era una especie de locura que sólo había podido imaginar en sueños y, a la vez, una oportunidad única para ponerme a prueba y regalarme una experiencia extraordinaria. Se trataba de una aventura sin precedentes, de esas que aceleran tu crecimiento personal y llenan tu vida de anécdotas e historias que, con el paso del tiempo, acabas contando a tus nietos.

Realizar aquel viaje era una forma de luchar contra mis miedos, trabajar la seguridad en mí mismo y aprender a sentirme pleno y equilibrado en soledad. Era también un reto que requeriría una grancapacidad de adaptación para vivir en un estado permanente de cambio e incertidumbre. Y era un excelente entrenamiento para los que, como yo, aman el control y el orden, pues viajar significa vivir el momento, lidiar con el caos y habituarse a los imprevistos.

Viajar en solitario supone también volver a un estado primario en el que debes preocuparte fundamentalmente de comer, buscar un techo y velar por tu seguridad en todo momento. Y es también la manifestación de un acto de libertad y desapego que alimenta tu parte más espiritual. Porque viajar significa ser más libre pero, a su vez, implica renunciar a muchas de las cosas a las que estamos acostumbrados. Hablo de la comodidad del hogar, del calor de tus seres queridos o del privilegio de usar la tecnología. Incluso de la posibilidad de cuidar tu cuerpo mediante la alimentación o el ejercicio que estás acostumbrado a darle. Viajar te obliga a condensar toda tu vida en una simple mochila y enfrentarte al mundo con todas tus habilidades y debilidades para iniciar un juego potencialmente peligroso, aunque igualmente divertido y estimulante.

Viajar en solitario es, en definitiva, una profunda experiencia de transformación física, mental y espiritual. Físicamente pierdes algunos kilos de peso y regresas con algunas cicatrices de más. Tu mente se habitúa a trabajar sin cesar en un intento de controlar y comprender el aparente caos del mundo. Y tu alma empieza a ser escuchada a la hora de la tomar decisiones, pues además de la lógica, aprendes a usar la intuición y las señales que te manda el universo a la hora de encontrar tu camino.

¿Y tú? ¿Has realizado alguna vez un largo viaje en solitario?


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