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Los doctores lo declararon en estado vegetativo, y un ataque de risa fue lo mejor que le pudo ocurrir

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Han pasado tres años y medio desde la noche en que Juan sufrió un paro respiratorio fulminante. Su madre Margarita llamó una ambulancia y lo condujeron al hospital. Los médicos corrieron contra el tiempo, pero tuvieron muchas dificultades al intentar mantenerlo con vida…

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“Hubo un momento en que nos dijeron: se nos va, despídanse”.

-comentó visiblemente afectada a la BBC, Margarita.-

Pero al cabo de algunas horas lograron estabilizarlo. Los médicos le dijeron a la desconsolada madre que su hijo estaba vivo y respiraba, pero que ya no estaba allí. Su diagnóstico era que Juan había entrado en estado vegetativo, inconsciente, sin ninguna esperanza de recuperarse. 

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Pero en esa misma habitación estaba Juan, quien escuchando todo y sin poder dar mínimos indicios de conciencia.

“Fue horroroso como me sentí. Ni siquiera podía llorar. Supongo que mi cerebro todavía no se había reconectado con los ductos lacrimales”.

-recordó Juan durante su testimonio en la BBC.-

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Normalmente los pacientes con síndrome de enclaustramiento permanecen en alerta y plenamente conscientes, pero no pueden moverse ni hablar debido a una parálisis que afecta casi todos los músculos en el cuerpo, excepto la parte de los ojos.

Sin embargo, Juan tampoco podía comunicarse con el movimiento de sus ojos. Su caso era realmente poco alentador.

Y así pasaron los días…

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“A veces era muy difícil mantenerse positiva, porque pasaron muchos días y muchas horas en los que no había ni un atisbo de nada“.

-recordó la madre.-

Y así pasaron dos meses y medio. Ella se rehusaba a aceptar que su hijo no iba a volver. Le conversaba, le decía cuánto lo amaba y le iba describiendo lo bonito que era el jardín al exterior del hospital.

Luego llegó el ataque de risa…

“Era un día soleado, precioso. Fue el primer día que salió de la habitación, lo sacamos con mi marido”.

-recordó animada, Margarita.-

“Estábamos afuera y entonces mi madre dijo algo así como: ‘Juan, tú siempre serás mi pequeña Blancanieves’… Y yo me reí. Así fue como se dieron cuenta. Recuerdo sentirme muy feliz”.

-contó Juan a la BBC.-

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La madre contó que estaban riendo de su tonto chiste, cuando de pronto Juan también se comenzó a reír…

 

“Para mí esa fue una señal muy específica de que iba a regresar”.

-dijo Margarita.-

Desde aquél momento, Juan sintió la esperanza de recuperarse.

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“Recuerdo repetirme constantemente: voy a volver a caminar. Eso me motivó a seguir adelante: pensar que lo había tenido todo y que iba a recuperarlo”.

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El caso expuesto por la BBC dejó en evidencia que todavía es difícil para los médicos identificar qué pacientes están verdaderamente en estado vegetativo, y qué pacientes sufren de este extraño síndrome. Ahí radica la diferencia entre tener -o no-, esperanza de vida.

Cómo saber si hay consciencia

El neurocientífico Adrian Owen, de la Universidad de Western Ontario, está investigando detenidamente el caso de Juan y de muchos otros pacientes que han sido declarados en estado vegetativo.

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A través de una prueba que consiste en someter a los pacientes a un escáner MRI funcional, Owen ha podido determinar que al menos un 20% de los pacientes declarados en estado vegetativo tienen plena consciencia de lo que ocurre.

Owen los somete al escáner y luego les pide que se imaginen jugando al tenis. Si son capaces de ejecutar esta instrucción, esto quiere decir que hay cierta funcionalidad en el cerebro.

Owen trabaja para que la medicina esté cada vez más cerca de identificar a pacientes como Juan.

Y así es como un chiste nos puede devolver la esperanza de vida. Creo que aprendimos algo hoy.


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