No soy de las personas que toma el amor a la ligera. Toda mi vida he estado convencida de que cuando se está en una relación el sentimiento debe ser mutuo; si yo no estaba 100% segura de que lo que sentía era más que solo “gustar”, si no pasaba más allá de un enamoramiento, entonces no daba chances.
Para mí el amar a otra persona es algo que se siente en el corazón, que va más allá de la apariencia, algo que de un momento a otro te mueve y sabes que provocará cambios en tu vida. Amas a alguien cuando no tienes miedo de entregar tu alma, porque sabes que nada puede salir mal.
Pasé toda mi adolescencia pensando así, terminé la secundaria y me vi obligada a cambiar de ciudad, apartada de mi familia, de mis amigos y de todo lo que conocía que, de una manera u otra, era reconfortante para mí. La universidad era el camino que quería seguir, el primer paso a mi futuro, aunque eso me llevara lejos de mi hogar.
Con mis ideas claras y mis objetivos a la vista comencé esta nueva etapa, pero nunca imaginé que justo ahí, donde menos esperaba estaría él, mi primer amor.
Muchas cosas pasaron, y me di cuenta de que en una relación no todo es perfecto. Viví momentos difíciles y tenía que afrontarlo como una persona madura pero… ¿Cómo podría hacerlo? Nunca me di la oportunidad de explorar el amor en la realidad y no ese idealizado que vivía en mi mente.
Necesitaba a mi madre, mis amigos, sus consejos, sus abrazos. Pero todo estaba tan lejos de mí. Fue entonces que me di cuenta de que uno no nace sabiendo del amor, que se debe aprender poco a poco, que cada experiencia suma y que es en la adolescencia donde uno debe abrirse a sus sentimientos y conocer la vida por experiencia. No es bueno andar por la vida calculando cada paso que se da. Tampoco es que uno deba de arrepentirse, es más, no me arrepiento de ninguna de mis decisiones, tan solo me di cuenta de que si hubiera vivido antes esa etapa, donde comienzas a descubrir el amor y lo que significa una relación, estaría preparada para enfrentar de mejor manera la relación con mi “amor verdadero”. No me hubiese visto obligada a actuar como adulta, no lo era y no tenía por qué serlo. Podría haber estado con mis más cercanos, no me hubiese sentido tan vulnerable ante mis propios sentimientos.
En ese punto estaba en gran desventaja con mi novio, él a diferencia mía si había vivido esa etapa, para él ya no era lo mismo que la primera vez, sabía lo complejo que era una relación y que amar a alguien no quiere decir que todo será color de rosa.
¡Dios! Cuántas cosas habría podido hacer mejor y cuántas simplemente no hubiera hecho si supiera esas cosas.
Luego de “ser madura” y hablar las cosas se solucionaron, di a conocer mi caso de “adolescencia tardía” y ahora construimos nuestra relación enseñando y aprendiendo mutuamente. Sin importar como sea, el futuro es algo que se escribe día a día y de todo, absolutamente de todo en esta vida se puede obtener algo bueno, que nos ayude a crecer como personas.
Afortunadamente él entiende mi situación, a mí me mortificaban cosas que, si lo miro ahora, no tenían gran importancia y él no le daba la importancia que a mi juicio merecía. Cosas tan simples que podría haber evitado si hubiese tenido un amor de colegio.