El invierno parecía haber llegado con más fuerza aquel año en Wyoming, y para los leones de montaña (pumas) esto no podía ser una buena noticia. Sobre todo si se trataba de una hembra con crías recién nacidas. Cuando el equipo de Panthera Teton Cougar Project se disponía a seguir a uno de los pumas a los que venía monitoreando hace un tiempo –una hembra conocida como F -51– descubrieron un desolador panorama.
El equipo, que se ha dedicado a estudiar su desarrollo y comprender más acerca de la naturaleza salvaje de los pumas para poder proteger a la especie, no pudo dejar de verse afectado por lo que encontraban frente a sí: un cachorro muerto a causa de las extremas temperaturas.

Por supuesto esta situación trajo consigo más dudas ¿podrían los otros cachorros sobrevivir o correrían el mismo destino de su hermano? Los pequeños ya habían sufrido de primera mano las consecuencias de aquel frío invierno cuando las puntas de sus colas y orejas se quemaron con la nieve. Pero ¿qué más tendrían que enfrentar?
Se sabe que el invierno es una época difícil para los pumas, sobre todo para encontrar alimento. Es cierto que en esta época los osos hibernan y los pumas pueden comer más tranquilos. Pero ahora la nieve se convierte en un gran enemigo. Usualmente los leones de montaña cuando cazan, esconden a su presa bajo una delgada capa de nieve para esconderla –y su olor– de otros depredadores, pero cuando cae la noche y las temperaturas bajan aún más, las cosas se complican.

La carne se congela y ya no es tan fácil comerla o la capa cobertora de nieve se engruesa mucho y los leones de montaña, que no cuentan con características físicas que le faciliten excavar en la nieve como otros animales, pierden su botín. De hecho se estima que por cada presa que logran cazar en invierno, los pumas sólo logran comer la mitad de cada alce que cazan. Por lo tanto deben cazar más y pierden así más energía.
Lamentablemente esta historia aún no acababa. Para abril de 2014 el equipo de Panthera Teton Cougar Project recibiría otra mala noticia. La madre de los cachorros, conocida como F-51, había muerto tras pelear con otro puma en los límites de su territorio. Sus cachorros no se veían por ningún lado, por lo tanto los investigadores temieron lo peor.

Los buscaron incesantemente durante 30 días sin noticias de ellos, hasta que el día 31 los vieron. Los dos cachorros huérfanos seguían con vida y se alimentaban de un cadáver. La primavera ya había llegado, la nieve ya no estaba presente y esos dos pequeños tenían un gran futuro por delante.