Es normal que en tus veintitantos aún no sepas bien qué hacer. Que te falten respuestas sobre qué camino tomarás, y que gran parte de tu vida sea un ensayo y error. Está bien, ya pasaste tus años adolescentes donde eras mucho más inexperto. Pensaste que tendrías un poco más de idea sobre el mundo, pero aún sigues con muchos espacios en blanco por llenar.
Puede sonar abrumador, pero, ¿sabes qué es lo realmente poco normal? Saberlo todo. Tener todas las posibles respuestas anotadas como si las leyeras de un manual. Está claro que hay personas más maduras, que han vivido más, que son más determinada… mas si aún eres joven, ¡es casi seguro que no tendrás todo claro!
En la historia de la humanidad, de seguro que el mayor porcentaje de veinteañeros seguían sin tener idea de muchas cosas. Aprendiste mucho en tus años de escuela y universidad, y este es el momento de ponerlo en práctica. Por lo mismo, no es que seas un ave perdida en territorio desconocido, sólo que recién estás aprendiendo a volar. Quizás tenías la técnica, pero el hacerlo es otra cosa.
La escuela y la universidad no te preparan para todo. ¿Quién te enseña a elegir un plan de salud, o sobre los impuestos? ¿Tarjetas de crédito y cuentas por pagar? ¿Todo el papeleo que significa tener una casa o un auto? Bien, vamos con calma: es hora de aprender una cosa por vez, y hacerlo bien.
Puede sonar como algo básico, pero sabes que es así. No es que sea un destino terrible, sólo que habrán cosas de las que no tienes idea. Y está genial, es parte de la vida. Saberlo todo no te hace la persona más preparada. De hecho, en estos años lo común es que experimentemos, que cambiemos de opinión. Está bien tener objetivos claros, pero obsesionarse con ello – es cosa del pasado.
Son años contradictorios, y por eso es una muy buena época. Hay que tomárselo a la ligera, pero a la vez con responsabilidad. Aún tienes mucho tiempo para enmendar errores, o hacer borrón y cuenta nueva. ¿Por qué? Pues, no sabes cómo elegir “lo bueno”, hasta que probaste “lo malo”.