Antes que nada quiero hacerte saber que jamás en mi vida habrá alguien que te remplace. Eres único y perfecto para mí. El amor que me has dado lo puedo descifrar con la palabra satisfacción lo que me lleva a pensar en felicidad. Ya no estas aquí junto conmigo, sin embargo puedo sentir tus abrazos y tus besos… aunque siendo sincera muchas veces me hace falta escuchar tu voz.
Gracias por siempre haberme impulsado después de una caída, tu mano siempre fue la primera y la última en estar extendida, gracias por conocerme más de lo que yo me conozco y de lo que me llegaré a conocer.
Gracias porque lo único que pediste a cambio fue mi felicidad, gracias por obligarme tantas veces a ser fuerte y a no rendirme empujándome a afrontar esos problemas cuando corría a esconderme tras tu espalda, gracias porque aquélla sonrisa cuando al mirarme jamás fue fingida.
Gracias por perdonar mis tantos errores y cuando al lastimarte simplemente lo olvidabas sin ningún rencor y volvías a abrazarme, gracias por compartirme toda esa sabiduría, aunque cuando no sabías algo lo inventabas, ¡siempre lo supe! Sin embargo tenía sentido todo lo que decías.
Gracias porque cuando todos y hasta yo dejé de confiar en mis habilidades tú seguiste haciéndolo y te salían las palabras mágicas haciéndome sentir la mejor en lo que hacía.
A veces… te veo tras de mí con la sonrisa tan peculiar y me pregunto ¿por qué si me amabas me dejaste? Pero sé que eres perfecto y no puedes ser inmortal. Te fuiste enseñándome que ser feliz es una decisión y es mía, pero sobre todo me enseñaste el amor puro y verdadero de un padre.
Necesitaría todas las hojas existentes y por existir para seguir agradeciéndote, pero por ahora basta con decirte que te amo y que siempre vivirás a través de mí, seguiré caminando de tu mano, mientras me sigues cuidando como el héroe que siempre fuiste hasta que nos encontremos de nuevo.
Por último gracias por ser mi padre y por haber sido el hombre que me enseñó que el amor nunca muere…